El castigo físico no es una forma de educar. Es evidente que el castigo físico produce reacciones en los niños y niñas pero esto no quiere decir que sea un instrumento educativo. Porque no educa, sino que confunde:
• El castigo físico paraliza la iniciativa del niño. Bloquea su comportamiento y limita la capacidad para plantear y resolver problemas.
• Los niños y niñas cuando tienen miedo de ser castigados no se arriesgan a intentar cosas nuevas, de modo que no desarrollan su creatividad, su inteligencia y sus sentidos.
• No fomenta la autonomía del niño o niña, ni le permite elaborar normas y criterios morales propios.
• Hace que el niño y la niña respondan a la sanción, no a su propia iniciativa ni a la responsabilidad que los padres desean inculcarle.
• Fomenta una relación en la que el niño y la niña logran más atención de los padres a través de la transgresión de la norma.
• Ofrece la violencia como un modo válido para resolver conflictos, aprendiendo actitudes violentas.
• Dificulta el desarrollo de valores como la paz, la democracia, la cooperación, la igualdad, la tolerancia, la participación y la justicia, esenciales para una sociedad democrática.
• La violencia engendra violencia. El castigo físico legitima el abuso de poder dentro de todas las relaciones familiares
• El castigo físico conlleva siempre castigo emocional, puesto que el cariño de los padres y su aprobación son el sostén afectivo del niño, y las bofetadas los pone en tela de juicio.