EL METODO TOMATIS es un programa de Estimulación Auditiva desarrollado por el médico francés Alfred Tomatis, que se basa en la distinción que existe entre el “oír” y el “escuchar”.

Oír es la función neurofisiológica; en el escuchar interviene además de esta función, la voluntad de hacer uso de ella.


EL METODO TOMATIS se ha utilizado desde hace 40 años en Europa, y en Canadá, Estados Unidos, México, Centro y Suramérica desde 1985, ayudando a niños, adolescentes y adultos con problemas de aprendizaje, lenguaje y comunicación y también a niños autistas.

El Autismo es un “corte” de la capacidad de escuchar. El niño puede simplemente perder el deseo, y poco después, la habilidad de utilizar su oído como instrumento que le permite mantenerse en contacto con su medio ambiente. Esta interrupción del proceso de escuchar puede provocar, más adelante, dificultades en la adquisición del lenguaje y en la habilidad de poner atención y de concentrarse, o bien, trastornos de aprendizaje.

Tomatis afirma que el autismo es la forma más profunda de “cortar” el proceso de escuchar. Es la manifestación más pura del “no escuchar”.

Por medio del sonido, el Método Tomatis simula las etapas principales del proceso de escuchar y de comunicarse en el desarrollo infantil. Los sonidos, tanto musicales como de voces, son modificados por un aparato electrónico llamado Oído Electrónico. El sonido filtrado se transmite por medio de audífonos en forma pulsátil lo que permite que sea procesado aún por el escuchador más reacio.

Durante las primeras etapas del programa, el niño oye una grabación de la voz filtrada de su madre (con las frecuencias bajas omitidas) para simular el sonido de la audición intrauterina. Esta etapa se llama Fase de Memorización Prenatal. También se utiliza música de Mozart filtrada de esta manera.

Durante esta etapa del programa hemos observado las siguientes reacciones en el niño autista:

Al principio, el niño se vuelva emocionalmente más expresivo, se ríe y llora, frecuentemente, por primera vez. También muestra un comportamiento más afectuoso hacia su madre. Se dirige a ella con mayor frecuencia, la besa, la abraza y a veces recuesta la cabeza en su regazo durante largos períodos; sin embargo, quizás todavía no acepta que ella se le acerque, ni recibe sus expresiones de afecto.

En niños autistas que no hablan, la vocalización aumenta. Generalmente se presenta en forma de gritos agudos ininterrumpidos. Más tarde estos gritos se vuelven más modulados y se transforman en una especie de balbuceo. El contacto visual aumenta, pero sigue siendo intermitente. La duración de la atención también aumenta. Los padres notan que el niño puede estar sentado durante períodos más largos y realizar con más éxito tareas o juegos sencillos. Los movimientos corporales repetitivos y la conducta autodestructiva disminuyen. Se observa que mejoran las funciones motoras finas y que el niño maneja mejor las situaciones sociales, incluso las del salón de clases. En lugar de aislarse, comienza a buscar la atención de otros niños tocándolos, mirándolos o dándoles la mano. Los períodos de “retiro autista” disminuyen en intensidad y duración. En el niño autista el escuchar la voz filtrada de la madre provoca un aumento en el deseo de comunicarse.

Con la participación activa de los padres se puede lograr aún más. La segunda etapa de progreso se inicia cuando el niño comienza a aceptar la influencia de los demás. Por medio de la asesoría, los padres aprenden la manera de fomentar esta apertura de la comunicación y a responder a las iniciativas del niño. Cada padre o madre posee recursos especiales que pueden acelerar el progreso, una vez que el niño está listo para aceptar la comunicación de ambos lados. Esta segunda etapa es alcanzada más rápidamente por aquellos niños que hablan un poco pero no utilizan el lenguaje para “comunicarse”.

El uso del lenguaje se vuelve más adecuado. Los niños comienzan a referirse a ellos mismos y a los demás en términos más personales utilizando pronombres personales (“yo”, “tú”) o por sus nombres. Responden mejor a los intentos de hacerlos participar en la comunicación. “Ahora me mira cuando le hablo, su comprensión ha mejorado mucho”; “le gusta que su madre le cante, mucho más que antes”; “Puedo leerle un cuento y ahora ya lo escucha”.

Cuando resulta oportuno, los niños pueden participar en la fase activa del programa en la que escuchan, y si lo desean, pueden repetir canciones cortas, palabras, o frases. Esto fomenta la vocalización y permite que el niño, al hablar, se escuche mejor a sí mismo.